Las últimas generaciones se clasifican según los años de nacimiento aproximadamente en: tradicionalistas (1932-1945); Baby Boomers (1941-1960); Generación X (1961-1981) también llamada generación perdida o de la apatía o de «peter pan»; Millennials (1982-2000) también conocida por Generación Y, Net, NeXters o Nativo Digitales; y la Generación Z (1996-2010) que son nuestros niños y jóvenes de hoy.
En efecto, no son pocos los padres y maestros que creen haber perdido el control educativo de los hijos y de los alumnos, especialmente en el caso de los adolescentes, es su principal problema reflejado en la demasiado frecuente pérdida de los “límites” o control educativo sobre los menores que puede llevarles a sentirse desbordados. Hemos tomado conciencia de que no se puede maltratar a los hijos, pero, con frecuencia, no sabemos tratarlos bien. La disciplina es necesaria, pero tiene que ser una forma de buen trato.
Las formas de disciplina que hasta ahora hemos venido usando y las causas de su posible fracaso serían:
- Disciplina autoritaria: Si el autoritarismo no era extremo, ni muy rígido, cuando se aplicaba de forma coherente, afectuosa y con acuerdos entre padre y madre, los resultados socializadores solían ser buenos. Pero después de los cambios en la sociedad y en la familia, esta forma de disciplina no solo está en crisis, sino que es irrecuperable. De forma que lo mejor es que sus defensores busquen otras alternativas, y no me refiero sólo por la derogación del apartado del artículo 151 del código civil o denominada “ley del cachete”.
- La disciplina a través del control emocional: El resultado de ella es la inseguridad y la ansiedad, así como la dependencia de por vida de las expectativas de los padres. No es infrecuente encontrar personas adultas pensar, decir y, sobre todo sentir así: “si mis padres se enteraran de lo que estoy haciendo”, “esto no se lo puedo decir a mi madre porque se muere”,….
- La negligencia por amor como forma de disciplina: La infancia es un periodo para gozar, no para hacer esfuerzos”. Todo lo que se pretenda conseguir de los menores tiene que ser “por las buenas”, basándose en su interés, conquistando su voluntad. Esta forma de disciplina, es la más extendida entre los padres actuales, sobreprotectores. Los ejemplos serían infinitos; suponen prácticas educativas tolerantes con la mala educación, así como aquellas que les lleva a “no negarle nada”, ni “exigirle casi nada”. No es raro escuchar a los padres “Ya tuvimos nosotros demasiada disciplina y autoridad”, creyendo en una especie de “bondad original” de la infancia, la cual, desarrollará, sin disciplina, sin esfuerzo y presión alguna los mejores valores, sentimientos y conductas de manera natural. En ello se basa el denominado DECÁLOGO PARA FORMAR UN DELINCUENTE del Juez Emilio Calatayud, de cuyos artículos destacaría “Comience desde la infancia dando a su hijo todo lo que pida. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece”, “No le regañe nunca ni le diga que está mal algo de lo que hace. Podría crearle complejos de culpabilidad, “Recoja todo lo que él deja tirado: libros, ropa, juguetes… Así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás”; y “Dele todo el dinero que quiera gastar, no vaya a sospechar que para disponer del mismo es necesario trabajar”.
Estos padres dicen y se lamentan con un “hemos pasado de la dictadura de los padres a la esclavitud de los hijos”. Una de las características de esta disciplina negligente es que además de tender a no poner normas y de no vigilar su cumplimiento, se suele negar a usar el castigo con fines educativos: “El castigo es malo, es mejor premiarles”. Si se les ha de castigar en el colegio, debe hacerse con un sistema de garantía total de los derechos del menor y de los padres”, hasta el punto que los educadores no pueden “hablarles con autoridad”, etc., sin que algunos de los padres les monten un “numero” o les denuncien. Esta creencia tiene otra versión jurídica y penal en nombre de los derechos de los menores, no exigir responsabilidades cuando los menores hacen actos vandálicos, agreden o roban.
Lo que le pasó a nuestra generación es que nosotros mismos “elaboramos un discurso” que no dio resultado. Los padres dicen “¡yo no quiero que mi hijo pase los trabajos que yo pasé!’. A lo que habría que responderles y “¿Usted por qué tiene lo que tiene…? Pues porque le costó su esfuerzo… muchos sacrificios, y así es que aprendimos a valorar los esfuerzos de nuestros padres al “ver y compartir” su esfuerzo, en lugar de “ocultarlo” y aparentar que todo es “color de rosa” en la vida, hijos que nunca han conocido la escasez y que se han criado desperdiciando. Con ello conseguimos que idolatren a sus amigos y viven acusando a sus padres, a los que responsabilizan de “sus traumas”. Son muchos los hogares dónde los adultos acomodan sus planes y rutinas a las demandas y caprichos del hijo. En estas familias los “hijos mandan y los padres obedecen”, pues ahora somos padres ignorantes con hijos informados (malamente pero con información al cabo), entonces será cierto que “somos la generación que pedía permiso a los padres; y ahora, pide permiso a los hijos..?”.
Estas personas, a quienes no se les han puesto límites, normalmente tienen una baja tolerancia a la frustración, les cuesta controlar sus emociones y no responden bien ante el cumplimiento de normas y obligaciones. Suelen manipular y hacer sentir mal al otro con tal de conseguir su propósito. Para los padres resulta menos costoso y más sencillo a corto plazo ceder a las peticiones inadecuadas de los hijos. Sin embargo, a largo plazo el coste será mucho mayor ya que los comportamientos inapropiados se reproducirán a una velocidad exponencial (ej: las rabietas).
- Educación democrática o de negociación: hay que ser amigo de los hijos y amigo de los alumnos. Lo ideal sería tener tal relación de confianza, comunicación, sinceridad y compañerismo que pudiera decirse “mi hijo es también mi amigo”, “soy amigo de mis alumnos”. Esta propuesta es inadecuada en las palabras que usa, los conceptos que maneja y también en las estrategias que propone. Los padres y educadores no pueden, ni deben intentar, ser amigos de los hijos y de los alumnos. La relación puede ser excelente, pero no de amistad. Los amigos son de similar edad y cumplen funciones muy distintas. Ser amigo de tu hijo le convierte automáticamente en huérfano puesto que amigos puede tener muchos pero padres solo uno.
De todas las formas de educación, si bien no hay ninguna perfecta, esta última adaptada es la que considero obtiene hoy mejores resultados. Pero hay que hacer constar que no hay educación, ni familia, ni escuela, ni sociedad sin regulación normativa. Pero la Familia no es una institución democrática es desde siempre jerarquizada y si no se le quiere llamar “dictadura” podemos utilizar el término “dictablanda” donde oídos los hijos mandan y deciden los padres, esto siempre ha sido así. El cumplimiento de las normas debe ser vigilado y la conducta de los niños y niñas premiada o castigada. No hay disciplina sin vigilancia y sin hacer cumplir las consecuencias. Y en ello estamos, intentando regularlo y poner orden pues es habitual que muchos padres tengan dudas y puedan llegar a sentirse “malos padres” al tomar decisiones que conllevan establecer normas y pautas de crianza a los que habría que informales de las consecuencias de la falta de límites. De hecho, tanto los hijos como los alumnos se quejan de dos extremos cuando no hay normas y llega el caos, un extremo y por otro lado cuando todo se ordena y decide de forma autoritaria y rígida, sin tenerles en cuenta.
Para terminar y tranquilizar a los lectores, de que esto es normal, recordarles que los problemas de los adolescentes no son nuevos sino que viene de antiguo, así citas como «Nuestro mundo llegó a su punto crítico… los hijos ya no escuchan a sus padres…el fin del mundo no puede estar lejos.» es de un Anónimo (2000 A.C), o «Nuestra juventud gusta del lujo y es mal educada, no hace caso a las autoridades y no tiene respeto por los de mayor edad. Nuestros hijos hoy son unos verdaderos tiranos,.. responden a sus padres y son simplemente malos» ya lo citaba Sócrates (470 – 399 A.C..) En la pubertad se produce una auténtica brecha entre padres e hijos. Los primeros dejan de comprender a los segundos y los segundos empiezan a cuestionar a los primeros. Todo ello suele llevar a frecuentes discusiones y a que la paz desaparezca de la casa durante un tiempo. Pero eso no es inevitable, es la vida.
BIBLIOGRAFIA Y REFERENCIAS
– DECÁLOGO PARA FORMAR UN DELINCUENTE. Juez Calatayud.
-Hidalgo Vicario MI.: La formación en medicina de los MILLENNIALS. Adolescere 2017; 5 (1): 3-6
-López Sánchez F.: Conflictos entre padres e hijos:el problema de la disciplina Adolescere 2017; 5 (1): 70-80.
– https://www.adolescenciasema.org/
– https://es.wikipedia.org/wiki/Mil%C3%A9nico
Dr. Cristóbal Coronel Rodríguez
Vicepresidente Extrahospitalario de la SPAOYEX
Secretario General de la SEPEAP
Presidente del XXIV Congreso de la Sociedad Española de Pediatría del Adolescente